Las actitudes que asumimos los humanos en relación con los mandamientos del Eterno, son muchas veces sorprendentes y la mayoría equivocadas.
Una de ellas es la natural tendencia a justificar, generosamente, casi todo, para luego poder justificarnos.
Con el argumento de no juzgar, no nos atrevemos a señalar lo que está manifiestamente mal, porque es una manera de preparar la alternativa, si somos nosotros los que obramos mal.
De esta manera caemos en una especie de cadena de errores, de malas acciones o cuando menos de acciones difícilmente entendibles.
Justificando errores ajenos, adelantamos que también seremos capaces de justificar los nuestros!
Es nueva esta forma de obrar?
La respuesta es bíblica: Nada nuevo hay bajo el sol!
Adán, el padre de la humanidad fue el primero en justificarse, tratando de trasladar su responsabilidad hacia…Eva.
Incluso se permitió la sorprendente actitud de justificarse, formulando una alegación al propio Creador!
Justificar en una aparente demostración de bondad o de generosidad, no termina de ocultar el verdadero propósito que nos anima cuando obramos de esta manera.
En lo personal no me eximo de formar parte de este numeroso grupo de hombres y mujeres, que bajo el manto de la comprensión, aceptamos los errores ajenos.
Recuerdo que en esta actitud me vi reflejado, cuando utilizando falsos pretextos, intenté disimular mi propia responsabilidad.
Con dolor y arrepentimiento, advertí algo que es lo más importante: El Todopoderoso conoce nuestro corazón y ÉL sabe de nuestras ocultas intenciones.
No caigamos en el simplismo de justificarnos diciendo que si Adán lo hizo, como no lo habríamos de hacer nosotros!
Génesis 3:12
Diego Acosta / Neide Ferreira