En las horas difíciles, cuando nos ocurren cosas que son una pesada carga porque afectan a las personas más ligadas a nosotros, es cuando surgen las preguntas.
Nos preguntamos por qué? Por qué a nosotros? Por qué a las personas que son amadas? Esas preguntas tienen complicadas respuestas, debido a que el por qué, solamente lo puede asumir el Señor.
Frente a estas situaciones también es cuando debemos reflexionar acerca de otros aspectos que rodean a los tiempos difíciles, a los momentos que podemos entender como pruebas.
Se trata de nuestro grado de confianza en el Señor, se trata de entender que todo lo que ocurre está bajo su Soberana Voluntad y por lo tanto lo único que podemos pedir es su Misericordia.
Sus designios son tan inexplicables para los humanos, que nuestro nivel de comprensión es como si desapareciera, sencillamente porque no podemos llegar a abarcar su Grandiosidad.
Lo más sensato sería que en la hora de la prueba, en la hora de la angustia por nuestros seres amados, seamos capaces de recuperar el poder de la oración.
Es el instrumento idóneo y poderoso que podemos utilizar para pedir misericordia al Eterno y también para pedir ayuda para actuar con la serenidad y la prudencia que se nos demanda por la condición de ser sus hijos.
Eclesiastés 7:14
Diego Acosta García