LA REBELIÓN Y LA CAÍDA DEL HOMBRE –IV
Génesis 3:5
sino que sabe Dios que el día que comáis de él, serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal.
Satanás continúa con su obra de destrucción de las Joyas de la Creación. Su batalla contra el Eterno se encauza por el eslabón más débil de la cadena que comenzaba a formarse. La seducción es el primer paso hacia el engaño, continuando con la mentira y finalmente la confirmación de todo el proceso: Acusar directamente a Dios de temer las consecuencias que tendría para ÉL que el hombre y la mujer pudieran llegar a ser iguales, conocedores del bien y del mal.
Resulta evidente que la seducción y el engaño a Eva ya se habían consumado en su interior, al ceder ante una atractiva perspectiva y luego al aceptar que el enemigo desmintiera a Dios, cuando le aseguró que no morirían.
Eva debió de reflexionar acerca de lo que escuchaba, pero ya estaba dominada por la nueva situación que le había planteado el Diablo. Él le dijo que conocerían el bien y el mal. Eva no reparó que al bien ya lo conocía, porque estaba al lado del propio Dios. Lo único que le quedaba por conocer era el mal. En verdad era eso y no otra cosa lo que deseaba el enemigo que conociera…el mal.
Es difícil afrontar la tentación si no estamos debidamente preparados para reducirla a lo que es: El principio de algo que será malo y que luego lamentaremos haberlo hecho, junto con sus consecuencias.
La mentira de ser igual al Creador era muy prometedora porque dejarían de estar sujetos a su Autoridad para convertirse en la Autoridad misma.
La corrupción personal siempre se origina en un momento de duda, en un momento en el que las defensas no son lo suficientemente sólidas como para enfrentar esa semi-verdad tan atractiva que se nos presenta como una verdad absoluta, cuando en realidad es una mentira. Sin atenuantes.
Lo contrario de la Verdad es la mentira, la semi-verdad es una mentira, porque si no aceptáramos esto, estaríamos diciendo que el propio Jesús, es una Verdad, a medias.
A veces la mejor actitud contra la tentación, es huir de ella, si creemos que no estamos en condiciones de enfrentarla con la firmeza de nuestra fe.
Diego Acosta