LA REBELDÍA Y LA CAÍDA DEL HOMBRE – XIII
Los padres de la humanidad viven los últimos tiempos en el Edén.
Génesis 3:20
Y llamó Adán el nombre de su mujer, Eva, por cuanto ella era madre de todos los vivientes.
Este versículo nos revela como Adán creyó en el anuncio hecho por Jehová, de que la mujer sería la enemiga de Satanás y sería un descendiente de ella, Jesucristo, quién lo herirá en la cabeza.
Esta afirmación de llamar a la mujer Eva, se explica mejor considerando que en el lenguaje de aquel tiempo, el acádico, el significado que tiene el nombre de Eva sería el de “Vida”.
Para decirlo de otra manera: Luego del anuncio de que la especie tendrá la muerte física como final, queda una esperanza en el nombre de la madre de todos.
La afirmación con relación al nombre de Eva, se fundamenta en las tablas de barro encontradas en la región donde se ubicó el Edén y donde vivieron Abraham, donde Isaac tomó a Raquel como su esposa y donde también tuvo su morada José. Esta región estaba próxima al lugar donde años más tarde se levantaría la desafiante Torre de Babel.
Génesis 3:21
Y Jehová Dios hizo al hombre y a su mujer túnicas de pieles, y los vistió.
Este versículo adquiere especial relevancia si lo analizamos desde la más alta perspectiva espiritual. Recordemos: Jehová anunció la muerte de los hombres, pero fue misericordioso con los primeros que escucharon su afirmación.
Fueron condenados a la muerte física, pero siguieron viviendo por el Amor de Dios hacia ellos.
Teniendo presente tan alto significado de la situación, Jehová sustituyó la muerte del primer hombre y de la primera mujer, por la de animales con cuyas pieles fueron hechas las túnicas que cubrieron a nuestros padres.
Está implícito, que Jehová castigó pero lo hizo con Misericordia, sin odio y con el afán de enseñar. Exactamente como se nos manda proceder con nuestros hijos: Con rigor pero con el afán de educarlos y nunca con la destrucción como consecuencia de los castigos.
Jehová fue proveedor del bienestar físico de Adán y Eva, ya que las túnicas eran más eficaces que los delantales de hojas de higuera con la que se habían cubierto, luego de haber pecado.
Advertimos un preanuncio de la expiación de los pecados por el derramamiento de sangre y también la primera obra de acción en beneficio de otros. Lo que podríamos llamar el máximo antecedente de la obra social delegada en nuestras manos, en beneficio del prójimo.
Diego Acosta