Publicamos el texto completo sobre esta grave realidad.
LA DEPRESION
Si nos guiamos por lo que el Diccionario nos dice como definición, la depresión es: tristeza o pérdida de interés por las cosas.
Si solamente fuera eso, un optimista podría afirmar, que bastaría con que busquemos alegrarnos y recuperar el interés por algunas cuestiones que nos rodean. Con eso bastaría para el fin de la cuestión.
Si fuera solamente eso, habríamos resuelto, uno de los problemas más serios y más extendidos, que padecen miles de personas, en esto que llamamos sociedad global.
Tanta sencillez, no alcanza, por tanto a enfocar el verdadero problema de la depresión y lo que es más importante, a buscar soluciones eficaces para remediarla.
Harold Wilson, que fuera primer ministro inglés, era muy dado a los refranes, y en una oportunidad dijo: A los perros se les tolera un mordisco, pero la cosa cambia si se pasan la vida mordiendo.
Esta ingeniosa frase, tiene bastante que ver con la depresión.
Una cosa es estar triste un día y otra muy distinta, es estar triste todos los días. Lo mismo ocurre, con la falta de interés, porque resulta bastante normal, que durante un cierto tiempo, nuestra atención decaiga, por diferentes razones. Una de ellas, muy elemental, puede ser que solamente estemos fatigados. Otro asunto bien distinto, es que la falta de interés, se convierta en un hábito cotidiano.
Pero todo cambia, cuando las dos cuestiones, tristeza y desinterés, se juntan y nos afectan, día tras día, llevándonos a un estado del que es muy difícil salir.
Podríamos decir, por el contrario, que la depresión, tiene la singularidad, que es muy fácil caer en ella, pero muy problemático, abandonarla.
Los profesionales médicos, cuando la detectan, tratan que los pacientes modifiquen sus hábitos de vida y con algunas pastillas, nos piden que volvamos en unas semanas, para ver como evolucionamos.
Y en este momento, es que es válida la frase de H. Wilson. El perro, puede morder una vez, pero lo que no le aceptaremos, es que se pase la vida mordiendo.
Y es lo que nos puede ocurrir con la depresión.
Unos días, está bien, se puede tolerar, pero todos los días, es algo que nos perturba y francamente, nos lleva a un estado de enfermedad, que crece constantemente.
Y nos podríamos preguntar: que es lo primero, la tristeza o la falta de interés?
Lo más probable, es que las respuestas se repartan, para algunas personas el comienzo fue la tristeza, y para otros, la pérdida progresiva del interés por las cosas.
Y a quienes afecta la depresión?
A las personas jóvenes o a las mayores?
Por lo que estadísticamente se demuestra, es tan posible padecer un estado depresivo, siendo joven o siendo más o menos mayor o directamente mayor.
En los jóvenes, la depresión se inicia a partir de situaciones que son propias de la edad: la frustración laboral, la pérdida de una relación o lo que podemos llamar el desamor.
En la situación opuesta, con relación a la edad, quizás el factor determinante de la depresión, sea el sentirse inútil, postergado o directamente sin alicientes para vivir.
En otras palabras, pareciera que si tratamos de encontrar un hilo conductor entre los depresivos, lo podríamos definir como la falta de objetivos. Placenteros, podríamos agregar.
Y entonces, como es posible salir de la depresión?
Tal vez la primera cosa que debamos hacer, es replantear nuestra línea de pensamientos.
Si lo hacemos, podemos llegar a una rápida conclusión: que nos formulamos preguntas correctas, pero con respuestas equivocadas.
Si por ejemplo, nos preguntáramos, que hago ahora sin dinero ni posibilidad de conseguirlo?
La respuesta habitual, sería que estamos ante una gravísima situación y que no tenemos salida y que precisamos ayuda a modo de préstamo, urgentemente.
Esta respuesta es la correcta?
Que pasaría, si en lugar de decir lo que hemos afirmado, lo cambiamos y comenzamos a preguntarnos por el valor que le damos al dinero?
Y para que utilizamos el dinero?
El dinero es un instrumento en nuestras manos o somos un instrumento en sus manos?
Esta sería una cuestión muy importante para determinar.
Pensemos entonces, cuál es el verdadero valor que le damos al dinero.
Si no tenemos objetivos para nuestra vida, pensemos por qué hemos llegado hasta esta situación?
Por qué las circunstancias nos fueron llevando a un determinado momento de nuestra vida, o porque vivimos de ensoñación en ensoñación y no somos capaces de asumir la realidad?
Este puede ser un buen punto de partida.
Establecer con total franqueza y realismo, cuál es nuestra situación, es una prioridad fundamental.
Cuando es una primera vez, puede ser bastante complicado encontrar el método adecuado, para evaluar lo que nos ocurre. Pero, no desfallezcamos y no demos por perdida la batalla.
Cuando logremos avanzar, nos daremos cuenta, que una de las cosas que nos está afectando, son las circunstancias.
Es decir: si miramos lo que nos rodea, solamente veremos circunstancias y ahí se nos vendrá el mundo encima. Pero si hiciéramos el ejercicio, de tratar de ponernos en un lugar alto, veremos efectivamente, las circunstancias que nos afectan y que nos disgustan, pero también veremos que hay otras cosas, más allá de lo que cotidianamente nos afecta. No podemos engañarnos, de creer que nuestras circunstancias desaparecerán porque estamos en un lugar o volando como águilas, si tenemos una buena imaginación. Las circunstancias las seguiremos viendo. Pero, en cambio veremos, por ejemplo, que tenemos dones y capacidades, que nunca utilizamos y que si las utilizamos, lo hacemos de manera equivocada o con poca sabiduría.
También veremos, que hay otras personas que precisan de nuestra ayuda, incluso mucho más que lo que nosotros mismos pensamos. Y que de pronto, todos esos talentos que están pasivamente en nuestro interior, pueden ser utilizados para ayudar a quienes lo precisan. Y no estamos hablando de dinero, estamos hablando de algunas cuestiones más sencillas. Puede ser una realidad, que nuestra economía, esté pasando por un momento difícil, pero si no tenemos dinero para dar, nos podemos encontrar con la agradable sorpresa, que si tenemos tiempo, para regalar.
Y cuando decimos tiempo, estamos hablando no solo del tiempo físico, sino también del tiempo necesario, para seguir una conversación o más simplemente para escuchar.
Hay muchas más personas de lo que nos podemos imaginar, que sufren por no tener quién las escuche!
Y eso es un sufrimiento?
Por supuesto que lo es, y muy cruel, porque estas personas no solo no tienen quién las escuche, sino que es probable, que vivan en la cruel cárcel del silencio no deseado.
Con solo dejarnos llevar por estos pensamientos, ya hemos dado un gran paso, porque hemos dejado de considerar nuestra situación y estamos pensando en los demás.
Si vanidosamente nos creemos que somos el centro del mundo, luego no nos quejemos cuando por causa de esa misma vanidad, nos creemos que somos los mayores sufridores del mundo!
A partir de estas ideas, podremos comenzar a observar un fenómeno muy interesante. Quizás ya no veamos nuestras circunstancias tan negras y tan depresivas, como las veíamos.
Quizás, podamos poco a poco, recuperar objetivos interesantes para nuestras vidas y en lugar de sentirnos olvidados, relegados, inútiles de toda inutilidad, y entender, que podemos ser mucho más esenciales de lo que nunca nos podamos haber imaginado.
Hace un tiempo, conocimos por la televisión, a un señor muy mayor, que durante 30 años, si, 30 años! había concurrido todos los días, a un hospital a visitar a los enfermos.
Su experiencia, era muy conmovedora, porque podía citar casos y casos, en los que había sido muy importante, para personas que precisaban, solamente un poco de compañía un saludo amistoso, una pregunta oportuna o también una cálida sonrisa.
Todo eso fue precioso como testimonio. Pero, lo más importante para esta persona, transmitía de todo lo que le había pasado en los últimos 30 años, era la expresión que tenía en su rostro. Mirarlo era mucho más importante que escucharlo.
Su expresión, daba testimonio de lo maravilloso que había sido el resultado de invertir casi media vida, en visitar a los enfermos de un hospital.
Era un hombre rico? No.
Era un hombre preparado? No.
Era un hombre con talentos? No.
Era un hombre especial en algún sentido? No.
Era un hombre al que le sobraba el tiempo? No.
Era un ser extraordinario? No.
Si pensamos en todas las respuestas, apreciaremos que simplemente podíamos ver en la televisión, a un hombre que se había dado cuenta, que para darle un contenido a su vida, tenía que simplemente no hacer algo para él, sino para los demás. Ese simple cambio, fue fundamental.
Había modificado el centro de gravedad de su existencia, desde lo personal y muy íntimo, a volcar toda su voluntad de sentirse útil, sirviendo a los demás.
Y queda una pregunta que no nos hemos hecho todavía?
Ese señor, conocía la depresión?
Claro que la conocía, pero por lo que había visto en el hospital, con los enfermos, no porque en su vida fuera una realidad.
El, simplemente con su actitud de servir a los demás, había ayudado a salvar de la depresión a muchos hombres y mujeres, que estaban profundamente tristes, por verse atados a una cama, por haber perdido su salud.
Con este caso, podemos ilustrar perfectamente la idea, de lo que significa el perder el interés por una cosa, o lo que significa centrar el interés en otras cosas. Este pensamiento, es mucho más importante todavía, si se trata de convertir a las cosas en personas.
O lo que sería lo mismo que decir, que dejemos de pensar en nuestras circunstancias y centremos nuestra mirada, a nuestro alrededor, para poder apreciar cuánta necesidad hay, de un tiempo para escuchar o de un breve momento para sonreír.
OLVIDEMOS NUESTRAS CIRCUNSTANCIAS Y PENSEMOS EN LAS NECESIDADES DE OTRAS PERSONAS. No pensemos en servirnos ni en ser servidos, SIRVAMOS A LOS DEMÁS.
Y sobre todo, seamos sabios: no permitamos que ese perro llamado Depresión, nos vuelva a morder!
Diego Acosta