Cuando el presente nos disgusta, cuando lo que vemos nos agobia, recurrimos a cambiar la dirección de nuestra mirada y generalmente lo hacemos hacia el pasado.
Es una manera de refugiarnos en los momentos en los que según nuestra opinión fuimos felices, fueron tiempos más agradables que los que nos toca vivir.
Esa mirada hacia las cosas que ocurrieron y que nos parecen mejores que las presentes, nos llena de una forma de tristeza que generalmente llamamos melancolía.
Es un refugio peligroso porque si bien nos ayuda a superar un momento determinado, no nos libra de tener que enfrentarnos con la realidad y con su rudeza.
Por eso defendemos la vida, porque sabemos que el Creador nos la dio para que la disfrutemos según sus normas y según sus propósitos, aunque muchas veces no los entendamos y más aún en los malos momentos.
La mirada melancólica nos aleja de Dios porque tenemos la vista puesta hacia el pasado, en lugar de advertir que la promesa que hemos recibido nos alienta a esperar confiadamente.
Isaías 35:1
Diego Acosta García