En una congregación un día cualquiera se comenzó a extender un rumor que tenía ciertos indicios de ser ciertos, pero que nadie corroboraba o desmentía.
El rumor con los días se transformó en murmuración y pronto eran muy pocos los que no se habían hecho eco de esa contagiosa enfermedad, tan peligrosa como cobarde.
Peligrosa porque afectaba la dignidad de algunas personas y cobarde porque nadie se atrevía a manifestar públicamente lo que se decía en secreto o a escondidas de los afectados.
Uno de los ancianos de la congregación decidió enfrentar la situación y lo hizo de la manera más sorprendente y eficaz, actuando con sabiduría y firmeza.
Contó en el estudio bíblico que en una oportunidad se había comentado que los miembros de la congregación, eran faltos de entendimiento y también faltos de sensatez.
Este comentario despertó la inmediata reacción de todos los presentes, que comenzamos a argumentar que la historia además de no ser cierta encerraba una acusación sin fundamentos.
El anciano lejos de aplacar los ánimos permitió que los razonamientos subieran de tono, hasta llegar el momento en el que se reclamó justicia por las acusaciones.
Entonces el anciano hizo mención a la murmuración que había en la congregación y preguntó si también reclamábamos justicia para quienes habían acusado y ofendido a otros hermanos. Esa pregunta acabó con la murmuración!
2 Corintios 12:20
Diego Acosta García