Dios le reveló a Moisés como fue la Creación y destacó de manera muy especial, que todo fue hecho con el Poder de su Palabra
El Eterno estaba magnificando ante los hombres el Poder de su propia existencia, antes de la Eternidad y antes de que comenzara el Principio, como se escribió en Génesis.
Por esta razón debemos de tener especial cuidado con la Palabra. Con la Palabra de Dios para estudiarla, comprenderla y vivirla y también con nuestras propias palabras.
Es sorprendente como el Soberano nos concedió el uso de la palabra, tal vez lo único en lo que nos podemos aproximar a su Grandeza.
ÉL habló y Creó todo lo que conocemos y lo que desconocemos.
Nosotros hablamos y podemos dar vida o dar muerte a lo que sí conocemos.
Es decir: Si bendecimos a una persona, a una situación, a una iglesia, a un país, estamos dando vida a través de la palabra viva que trae consigo el Poder de Dios.
Si maldecimos, estamos desatando las fuerzas oscuras, opuestas a la Santidad del Altísimo y generamos muerte a los mismos que antes podríamos haber bendecido.
De allí la importancia de la Palabra.
La de Dios porque es la del Omnipotente y del Justo de Israel y la nuestra, porque puede ser la expresión de lo mejor o de lo peor de hombres y mujeres que somos una parte imperfecta de la Creación.
Reflexionemos sobre esta cuestión, porque es necesario advertir que cuando bendecimos también estamos trayendo bendiciones a nuestra propia vida.
Pero cuando hacemos lo contrario, estamos llevando el mal a otros y trayéndolo a nuestra propia vida y a nuestra casa.
No en vano Jesús nos advirtió que en el final de los tiempos, tengamos cuidado para que nadie nos engañe. Y tal vez debemos hacerlo para cuidarnos de nosotros mismos.
De nuestro engañoso corazón que nos puede llevar a decir cosas, que lamentaremos el resto de nuestra existencia.
Diego Acosta