Hubo un tiempo en el que un grupo de hermanos estábamos afanados por trabajar más y más en nuestra congregación, tratando de lograr objetivos que nos habíamos marcado.
En ese afán no advertimos que nuestros esfuerzos buscaban más el reconocimiento de los hombres y de los líderes, que el hecho importante y trascendente de servir al Señor.
Confundimos lo importante con lo verdadero, de una manera tan grande que poco a poco nos fuimos alejando de las cuestiones espirituales para centrarnos solamente en el rendimiento del esfuerzo.
Esta situación se fue acentuando a medida que advertimos que otros hermanos también participaban de tareas similares a las nuestras y podría decirse que estábamos compitiendo entre nosotros.
Como siempre pasa, algunas personas advirtieron que tanto afán estaba resultando perjudicial, por contradictorio que pudiera parecer, puesto que nos apartamos entre otras cosas, de las reuniones de oración.
Habíamos suplantado el servicio auténtico por los objetivos que nos habíamos propuesto y lo trascendente de la misericordia y el amor, lo habíamos relegado.
En situaciones como estas donde lo aparente es más importante que lo sustancial, nunca debemos olvidar que el Señor conoce las intenciones de nuestro corazón.
Hebreos 4:12
Diego Acosta García