Día tras día se acrecientan los mensajes que nos sugieren diversas formas de libertad relacionadas incluso con nuestro cuerpo, con nuestras decisiones y también con nuestras actitudes.
Estos mensajes buscan desmontar progresivamente instituciones fundamentales como la familia, alegando que puesto que somos libres podemos hacer lo que nos parezca bien.
En ese sentido se enfatizan los intercambios de pareja, induciendo a la infidelidad consentida u oculta y disfrazada de un progresismo cada vez más alejado de todo principio.
Se fomentan las diversas formas de estimular el morbo, la sexualidad, los subterfugios que nos permitan gozar de nuestro cuerpo sin otro límite que nuestra propia imaginación.
Se nos argumenta que seremos libres si rompemos con cuestiones que eran intocables hasta hace un tiempo, pero que ahora en homenaje a la ruptura de cadenas mentales y sentimentales debemos acabar con ellas.
Estas propuestas van creando un clima propicio para entender que en realidad hemos estado presos de nuestros propios prejuicios o conceptos retrógrados en los tiempos que vivimos.
¿Así seremos libres? Siguiendo estas normas del mundo que se consideran no solo progresistas sino también que revelan la evolución del pensamiento, llegaremos a una falsa y frustrante libertad.
La cuestión es saber que todas estas propuestas son ajenas a las normas que Dios nos ha dado a los hombres para que vivamos bien con un orden superior y sabiendo que la Verdad nos hace libres.
1 Pedro 2:16
Diego Acosta García