Un joven recién convertido estaba maravillado leyendo la Biblia, cuando descubrió un versículo que le pareció tremendamente contradictorio y por tanto se preocupó grandemente.
Comentaba que como Pablo podía decir que lo que nos era lícito nos podía resultar inconveniente. Si era lícito, no había más que decir, simplemente era conveniente.
Frente a razonamientos como este, es donde debe surgir la misericordia y el amor de quienes siendo mayores en la fe que el joven hermano, debían ayudarlo a interpretar la Palabra.
La primera reacción es responder con formalismos basados en la Escritura, sin reparar que debemos ser sabios y amorosos para tratar con personas que tienen dudas.
Sin embargo la cuestión es tratar de hacer comprender al hermano, que su interpretación era muy distinta al que había inspirado al Apóstol al escribir esa sabia recomendación.
Lo lícito era el legalismo que en la mayoría de los casos está inspirado en opiniones de hombres. Lo permitido es aquello que por la revelación del Espíritu sabemos que es lo mejor para nosotros.
Precisamente se trata de no dañar a los jóvenes creyentes con palabras y con hechos que puedan afectar su fe creciente y no caer en legalismos que los aparten del amor que contiene la Palabra de Dios.
1 Corintios 10:23
Diego Acosta García