Una congregación sufrió el tremendo impacto de conocer que una de sus integrantes, había muerto hacía varios días y en la más completa soledad. Este drama fue tan conmovedor que nadie permaneció indiferente.
En el siguiente culto de conocerse la noticia el pastor de la iglesia predicó a propósito de la necesidad de mantener la relación entre todos los miembros para que la historia no se volviera a repetir.
Asumió con entereza su parte de responsabilidad en lo sucedido y planteó como inexcusable que todos los miembros de la iglesia estuvieran en contacto con todos los miembros.
Es decir, que nadie quedara excluído ni de la responsabilidad de tomar contacto ni de ser ignorado por ninguno de los hermanos.
Como siempre a algunos les sonó a una auténtica exageración este planteamiento, pero la triste historia de la mujer que murió sola, en el más completo abandono, era una realidad que contradecía cualquier pensamiento por elaborado que fuera.
Mantener contacto con los hermanos de la fe no solamente es una cuestión de saber por la vida de cada uno, en el concepto superior de la relación y desde luego sin caer en el chismerío, sino una obligación que asumimos delante del Señor.
Acaso no nos mandó amar al prójimo como a nosotros mismos?
Por tanto además de hablar con nuestros hermanos, es necesario que hagamos de la cuestión de orar los unos por los otros, una obligación diaria, asumida con la mayor responsabilidad y también con el mayor regocijo.
Efesios 6:18
Diego Acosta
Música: Neide Ferreira