Pensaba en la cuestión de la mentira y de sus gravísimas consecuencias. Tanto para quién miente, como para quién recibe la mentira.
Por definición la mentira es la manifestación contraria a lo que se piensa, se cree o se sabe. Es decir que mentir no es otra cosa que contrariar nuestra propia esencia como persona.
Para decirlo de otra manera: Cuando miento me estoy negando a todo lo que pienso, a todo lo que creo y también a todos mis conocimientos.
Yo mismo estoy destruyendo mi propia persona, porque solamente así se puede entender lo que ocurre cuando me traiciono a través de la mentira.
Es más: Cuando miento no improviso. Todo lo contrario, es una elaboración destinada a lograr que la persona con la que hablo, pueda concluir que lo que le digo es lo cierto y no una fabulación de mi mente.
Por eso es tan brutal la mentira, porque primero destruye al que miente y luego propaga su simiente de maldad. Porque nada bueno podrá construirse a partir de una mentira.
Tristemente hoy la mentira es la que domina al mundo, incluso para una religión nacida en Oriente, es considerada como un instrumento de lucha contra el enemigo, contra el infiel.
Es una forma de confesar que la mentira es una herramienta de destrucción, es un medio para cumplir con malvadas intenciones.
Por eso es que Jesús nos anunció que la Verdad es la única que nos haría libres. Más allá de cualquier retórica, por encima de todas las pretenciosas campañas libertarias de los hombres.
Seamos libres! Abandonemos la mentira!
Salmo 119:29
Diego Acosta / Neide Ferreira