CONGREGACIÓN
SÉPTIMO MILENIO
Si reparamos en el significado profundo de algunas palabras comprobaremos también, como son nuestras actitudes como hijos de Dios.
Muchas veces miramos…casi con displicencia, dejando que nuestros ojos solamente perciban lo que resulta evidente, sin llegar a detenernos en ningún detalle.
A eso le llamamos mirar!
Ahora pensemos como era la actitud de Jesús con relación a todo lo que lo rodeaba, a todos los que lo rodeaban. En ningún caso el miró nada, pero si percibió con sus ojos otra cosas.
El estaba viendo a los hombres y a las mujeres que lo rodeaban como seres que precisaban de su ayuda, de su Amor, de su Misericordia y también de su palabra severa para corregir sus conductas.
Jesús percibía como era el interior de las personas, observaba, examinaba lo que se hacía y lo que se hablaba. Consideraba lo que estaba bien y lo que estaba mal y reflexionaba o advertía.
Y como obro en lo personal? Simplemente miro o me esfuerzo por ver?
La diferencia marca con rotundidad lo que tenemos en nuestro corazón, lo que hemos aprendido del Hijo del Hombre y lo que deseamos hacer con su Mandato.
Si solamente miramos, tal vez nos podamos sentir superiores ante quienes viven con tribulaciones, dificultades o han caído por ser débiles o por ser esclavos del pecado.
Si a las mismas personas las viéramos con la mirada intensa de Jesús, todo cambiaría, porque no habría sentimientos de superioridad ni de grandeza, ni de poder ni de gloria. Todo lo contrario.
Viendo al prójimo, podremos comprender en profundidad aquello que nos enseña la Palabra: LLorar con el que llora, sufrir con el que sufre… y por qué no, reír con el que ríe.
Dejemos de mirar lo superficial, lo mundano, lo frívolo y cambiemos la dirección de nuestra mirada. Si no lo hacemos dejaríamos de ver a un hombre como Pedro o a otro tan diferente como Pablo.
Tanto una cosa como la otra depende de lo que tengamos en el corazón. Oremos para que el Eterno nos conceda la Gracia de comenzar a ver la vida de otra manera. La personal y la de quienes nos rodean, de nuestro prójimo.
Así comenzaremos a comprender a Jesús y comenzaremos a ser mejores discípulos.
Diego Acosta