Asumiendo que no hay dos personas iguales, por la Gloriosa Decisión del Dios Todopoderoso, es importante reflexionar sobre lo que podemos llamar…la displicencia.
Es una especie de síntesis de este pensamiento: No me toca, no me afecta…
Que significa esto?
Cuando utilizamos la relación causa-efecto, podemos discernir que estamos hablando de aquello que nos atañe directamente, caso contrario no nos afecta.
Si nos enteramos que hay una sequía pavorosa en alguna parte del mundo, nos preocupa pero fugazmente, por la sencilla razón de que no es algo que estemos padeciendo directamente y por lo tanto no nos afecta.
Para seguir ejemplificando la idea, del mismo modo reaccionamos cuando los cristianos son atacados en distintas partes del mundo.
Lo lamentamos, pero no nos toca y por tanto no nos afecta!
La lista de situaciones es tan larga como sea nuestra preocupación por saber lo que ocurre en el planeta en que habitamos.
Esta reflexión puede parecer excesiva, mucho más cuando nuestro mundo personal no es tan grande como debería ser. Más bien es pequeño, muy pequeño!
Y como es posible que tengamos un mundo pequeño?
También tiene una fácil explicación: Si partimos de la idea de que todo lo que no nos toca no nos afecta, en ese mundo de límites tan pequeños, pocas cosas nos pueden llegar a conmocionar.
Pero ocurre que ese mundo pequeño es contrario a la Gran Comisión establecida por Jesús. El mundo pequeño es contrario al mandato que nos envía hasta los confines de la Tierra.
No nos engañemos, porque nuestro mundo pequeño, se puede destruir en cualquier momento!
Jeremías 17:9
Diego Acosta
Música: Neide Ferreira