Antiguamente los muros se levantaban para defender a las ciudades de los ataques de sus enemigos.
Los muros representaban una forma superior de seguridad porque no solo establecían un límite difícil de superar para los atacantes, sino que además tenían otra función muy importante.
Si se los miraba desde el interior de las poblaciones que protegían, los muros tenían el carácter simbólico de la seguridad que los hombres podían crear.
En el caso de Jerusalén el muro que rodeaba a la ciudad tenía también otra singularidad, porque provenía del propio Eterno.
Los muros representaban a los profetas que continuamente transmitían los mensajes de Jehová para que su Pueblo supiera cuáles eran sus mandatos.
Los profetas eran en estos casos, los muros contra la influencia de la idolatría que rodeaba a Sión y contra la propia idolatría de quienes vivían protegidos tras sus elevadas alturas.
La fortaleza material que los muros transmitían a propios y extraños no era superior al mensaje que los profetas daban del Todopoderoso.
Dios estaba demostrando que la verdadera seguridad de Jerusalén no se asentaba sobre sus muros, sino sobre la guarda que Él mismo hacía.
Por esa razón los profetas no solo transmitían los mensajes del Santo de Israel, sino que además oraban para clamar por la propia Jerusalén y para que siempre hubiera alabanzas hacia el Eterno.
Así debe ser nuestra vida!
Debemos vivir seguros bajo el muro que representa al Padre y alabarlo siempre por la Misericordia inmerecida de ser sus hijos.
Isaías 62:6
Diego Acosta
Música: Neide Ferreira