DEVOCIONAL
Todas las veces que permito que la ansiedad me domine, los resultados son siempre malos y a pesar de eso, no dejo de sorprenderme como una y otra vez caigo en el mismo error.
Pareciera que es inherente a la condición humana, repetir los fallos, aún cuando las consecuencias son tan evidentes y tan repetidas.
Es necesario entender, que por mucho que alguien se afane, por mucho que lleve ese afán hasta los límites más extremos, nada conseguirá.
Lo triste es que en mi caso, persisto en el error, acaso porque en determinados momentos mi confianza en Dios comienza a decaer, ante la necesidad de respuestas y ante el silencio que recibo.
Pienso que debe ser la prepotencia, la soberbia de confiar en mis fuerzas lo que me lleva a afanarme una y otra vez, cosa que advierto cuando el desenlace se repite en la misma proporción que mis esfuerzos.
Tengo que aprender a no caer en la trampa del afán y a confiar definitivamente en el Todopoderoso.
Eclesiastés 3:9
¿Qué provecho tiene el que trabaja,
de aquello en que se afana?
Diego Acosta / Neide Ferreira