Hay veces que nos comportamos de una manera que pareciera que somos objetos en lugar de personas y que además, se puede jugar con esos objetos.
Para decirlo de otro modo hay veces que obramos como si Dios estuviera jugando con nosotros y lo demostramos a través de nuestros gestos de incomprensión o de incertidumbre.
Esa sensación de ser objetos con los que se puede jugar o se puede manipular, es propia de quienes viven en los avatares del mundo, donde todo es válido o todo es posible.
Pero nosotros somos hijos de Dios y por tanto jamás podemos llegar a pensar que quién nos ha Creado juegue con nosotros, porque ofende su Benignidad.
Entonces: por qué nos sentimos como si fuéramos juguetes? Tal vez porque los principios sobre los que debemos edificar nuestra vida, no son tan sólidos como debieran.
Tal vez porque nos esté faltando la consistencia espiritual que nos haga reflexionar acerca de la naturaleza de las dificultades que estamos atravesando o de los problemas que nos afligen.
En cualquier circunstancia y en cualquier momento o lugar, siempre debemos de saber que Dios jamás jugará con nosotros. Recordemos que Él prometió estar a nuestro lado para siempre y que Él es nuestro Padre.
Deuteronomio 4:31
Diego Acosta García