La Biblia nos revela como los hombres hemos olvidado los mandatos recibidos y hemos obrado como si no los hubiéramos escuchado y por eso endurecimos la cerviz.
Pareciera que la voluntad de no escuchar ni de oír tiene el propósito de no sufrir corrección ninguna por la desobediencia, olvidando que el Eterno nunca permitirá que la transgresión no sea castigada.
Si la historia bíblica nos repite una y otra vez esta secuencia de ignorancia, incumplimiento, desobediencia y finalmente el castigo, es asombroso como los hombres no hemos aprendido la lección.
Alguna vez escuchamos que esas situaciones se habían dado en el pasado e incluso de que muchos de los mandamientos también eran para el pasado, como si hubieran sido derogados.
Pero ni fueron derogados y lo que es peor, tampoco hemos aprendido nada de estas lecciones que tienen el valor de estar contenidas en los textos que contienen la Palabra de Dios.
Si aceptamos que estamos viviendo horas trascendentales relacionadas con el fin de los siglos, es tiempo que reflexionemos en lo personal y en lo colectivo, acerca de nuestros comportamientos.
Nos estamos acercando al tiempo en el que ya no habrá más oportunidades para el arrepentimiento y por tanto tampoco habrá oportunidades para el perdón.
Jeremías 17:22-23
Diego Acosta García