Leímos uno de esos mensajes que suelen pasar inadvertidos entre tantos que nos llegan al cabo del día. Decía con simpleza: Es mejor que te digan ORO POR TI, a que te digan… te amo.
Desde siempre hemos tenido la impresión que los mensajes grandilocuentes, no suelen pasar de eso. Espectaculares, pero faltos de ese contenido tan especial que se manifiesta cuando viene del corazón.
Nuestras mentes pueden elaborar grandes ideas, pero muchas veces les falta la profundidad que nos hace exclamar: Esto es de Dios!
Por eso cuando nos encontramos con mensajes sencillos, la mayoría de las veces no los consideramos porque nuestra tendencia natural, es ir hacia lo grandioso o lo impactante.
Podemos imaginarnos la situación de alguien que se dirige a otra persona y en lugar de declararle o confesarle su amor, le dice: Oro por ti…
Es evidente que si la persona que recibe estas palabras está en el Espíritu comprenderá perfectamente la importancia del mensaje que ha escuchado.
Hay alguien que no solamente tiene un sentimiento bueno, sino que además ora ante el Señor por su vida. No se trata de caer en la simpleza de la cursilería, se trata de proclamar algo delante del propio Dios.
Si reflexionáramos sobre este asunto en profundidad, tal vez podríamos cambiar muchas situaciones y transformar las relaciones personales, en algo más elevado, más en los planes del Señor.
Aprendamos de este mensaje y no temamos en practicar y decir: Oro por ti…
Salmos 17:6
Diego Acosta
Música: Neide Ferreira