AMIGOS O CONOCIDOS

EL ABUELO SALOMÓN

En cierta ocasión me encontré casi en la necesidad de hacer una especie de recuento relacionado con mis amigos. Y me llevé una gran sorpresa.

Estaba ante una situación complicada y me hice un listado imaginario y resultó que las personas a las que consideraba mis amigos, por diferentes razones no eran tantos como me había imaginado.

Y ahí descubrí la diferencia que existe entre amigos y conocidos. Gente con las que tenía trato, eran bastantes, pero aquellos a los que podía abrir mi corazón muy pocos.

A tal punto llegó esta especie de análisis desapasionado, que en mi mente comenzó a perfilarse la idea de que me había equivocado en mi planteamiento.

No tengo en realidad, prácticamente a nadie a quién considerar verdaderamente mi amigo. Y esto me llenó de tristeza, porque no pude encontrar con quién compartir mis momentos de dudas.

O a lo mejor, me había equivocado a quién debía buscar.

Diego Acosta

SIN PLEITOS

SIN PLEITOS

El Príncipe de Paz continuó enseñando lo relacionado con el nuevo Mandamiento sobre el Amor que había establecido y que debía extenderse hasta nuestros enemigos.

MATEO 5:40 y al que quiera ponerte a pleito y quitarte la túnica, déjale también la capa.  Resultó impresionante en aquellos tiempos, semejante afirmación. En realidad, tal como sigue ocurriendo en nuestros días.

Jesús nos mandó no solo eludir la posibilidad de ir a litigar, sino que además de renunciar a nuestra túnica, deberíamos entregar a nuestro acreedor, no solo la túnica que nos demanda, sino que deberíamos entregar otra prenda.

En el caso de los tiempos del Hijo del Hombre, se trataba de dos elementos muy utilizados por los varones. La túnica que era una especie de camisa larga, que llegaba hasta prácticamente la altura de los tobillos.

La capa era un recurso contra las bajas temperaturas, que se utilizaba para cubrir el cuerpo hasta aproximadamente la cintura. Con lo que resulta obvio, que ambas prendas eran sumamente necesarias para la vida cotidiana.

En el Antiguo Testamento podemos encontrar en el Libro de los Proverbios dos referencias sobre este tema. En 3:3 leemos: Nunca se aparten de ti la misericordia y la verdad; átalas a tu cuello, escríbelas en la tabla de tu corazón.

En Proverbios 11:17 aprendemos: A su alma hace bien el hombre misericordioso; más el cruel se atormenta a sí mismo. Jesús hizo referencia a uno de los atributos del Padre: la benignidad.

Diego Acosta

 

 

 

QUE ES EL ESPÍRITU?

EL ESPÍRITU SANTO

Integra la Santísima Trinidad, junto al Padre y al Hijo. Comparte la condición de Eterno y es fundamental en la vida de los seres humanos.

En el Nuevo Testamento, la palabra griega pneuma identifica al Espíritu y lo ubica en una relación especial con el alma. Pero es por el Espíritu, que los hombres nos podemos relacionar con Dios.

Pablo en su Carta a los Romanos en el capítulo 8 versículos 14-16 nos enseña: Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, estos son hijos de Dios. 15 Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre! 16 El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios.

El Espíritu tiene el Poder de iluminar nuestra alma y también de vivificarla divinamente. Por tanto el Espíritu debe prevalecer en todos nuestros hechos como seres humanos.

Pablo en su Carta a los Efesios en 4:29 nos enseña: ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca, sino la que sea buena para la necesaria edificación, a fin de dar gracia a los oyentes.

El Espíritu es el Consolador prometido por Jesús antes de su partida para sentarse junto al Padre en el Trono de la Gloria. De allí la importancia que tiene el glorioso cumplimiento de esta promesa en Pentecostés.

El propio Jesús nos dejó una severa advertencia sobre el Espíritu, en Mateo 12:32: A cualquiera que dijere alguna palabra contra el Hijo del Hombre, le será perdonado; pero al que hable contra el Espíritu Santo, no le será perdonado, ni en este siglo ni en el venidero.

Hasta aquí hemos cumplido un pequeña parte del propósito, de que no perezcamos por falta de Conocimiento.

Diego Acosta