Siempre debemos hacer memoria que el Eterno creó al mundo con su Palabra.
De allí la tremenda importancia que tienen nuestras expresiones, que usamos con una ligereza que tiene mucho de irracional y mucho de insensatez.
Así como por pronunciar la palabra de aceptación de Jesús como nuestro Señor, iniciamos el camino de la salvación, también por la palabra podemos iniciar el camino de nuestra perdición.
Poder comunicarnos a través de la palabra nos distingue como la especie superior de toda la Creación y por eso nos fue concedido el poder para señorear sobre lo que está bajo las aguas, sobre el suelo y en los cielos.
Podemos recordar como David reclama al Todopoderoso por las palabras pronunciadas por sus enemigos, para acusarlo falsamente y para pronunciar testimonios maliciosos.
David memora como la Ley que le fue entregada a Moisés, castiga a quienes usan las palabras con esos fines reprobables, como está escrito en el Libro de Deuteronomio.
Cada vez que las palabras vengan a nuestra boca, seamos sabios y la mantengamos cerrada. Pensemos profundamente en lo que estamos por decir, contrastando cada término con lo que nos enseña la Biblia.
Con nuestra boca podemos bendecir y podemos maldecir!
Tengamos especial cuidado con la intención con la que usamos nuestras palabras. Porque por la naturaleza de esa intención podremos ser juzgados en el Día de nuestro Juicio.
Oremos para que de nuestra boca solamente salgan palabras de Verdad y de bendición.
Salmo 109:17
Diego Acosta
Música: Neide Ferreira