Resulta casi innecesario tratar de explicarnos la manifiesta incapacidad que tenemos los humanos, para comprender mínimamente la Grandeza del Todopoderoso.
Hace muchos años uno de los grandes predicadores del Evangelio, contó una historia que podría decirse que es increíble si no fuera que es totalmente cierta.
Mientras escuchábamos la historia recordamos como en primera persona podemos dar testimonio de las cosas extraordinarias que hace el Señor, incluso para salvarnos de la propia muerte.
En mi caso viene a mi memoria una dolorosa cirugía y el desatino que cometí al quitarme uno de los elementos que se utilizan para completar los efectos de la operación.
En esas circunstancias vino de visita una persona con la que estaba definitivamente distanciado. Cuando se marchó y regresaba a su casa, pensó en lo raro que le había resultado que no le hubiera insistido en las recomendaciones para conducir.
Tan extraño le pareció que decidió volver y fue entonces cuando los médicos comprobaron el grave error que había cometido al quitarme un elemento complementario de la operación.
Fue tan grave el error que me estaba asfixiando sin que me pudiera dar cuenta a causa de mi desfallecimiento. El regreso de esta persona permitió que el error no se convirtiera en fatal. Ese día aprendí a no ser insensato.
Todo lo que ocurre aún lo más grave tiene un propósito y todo contribuye para remediar situaciones o circunstancias difíciles, convirtiéndolas en hechos cargados de su Poder.
Cuando estemos en la mayor de las dificultades, oremos confiadamente esperando la intervención Sobrenatural del Creador de todas las cosas.
Jeremías 17:7-8
Diego Acosta
Música: Neide Ferreira