El Poder de Jesús es el mismo que hemos recibido cada uno de nosotros!
Por qué no lo utilizamos?
Bueno es que nos preguntemos esta cuestión tan vital para nuestra vida de creyentes y sobre todo, para quienes son nuestros prójimos.
En el Evangelio de Marcos, se nos enseña como Jesús perdonó los pecados a un paralítico, por la fe de sus amigos quienes lo llevaron hasta donde Él estaba.
No fue fácil hacerlo, porque debieron hacer una abertura en el techo de la casa para poderlo presentar al Hijo del Hombre, porque la postración del hombre era muy severa.
Jesús viendo la fe de ellos, de sus amigos, le perdonó sus faltas.
Pero, como siempre hay un pero en todo, los escribas se preguntaron porque este hombre blasfema, si el único que puede perdonar pecados es Dios?
Jesús conociendo sus corazones, les anunció: el Hijo del Hombre tiene potestad sobre los pecados para perdonarlos y para sanar y entonces mandó al paralítico que abandonara su lecho y volviera a su casa.
Ante semejante demostración del Poder de Cristo, aún dudamos?
Tengo que decir: Aún dudo?
Por qué ese sentimiento de duda?
Simplemente porque nuestra fe está condicionada por las circunstancias y fundamentalmente por nuestro temor enfermizo al ridículo.
Es evidente que no soy yo el que sano, sino el Poder que Jesús ha delegado en mí, en nosotros. Entonces, por qué no obramos con la Autoridad que hemos recibido?
Una pregunta que debe responder cada uno, en su interior.
Pido perdón por mi falta de fe, de confianza. Pido también la Valentía que viene de lo Alto, para obrar como un auténtico discípulo de Jesús!
Marcos 2:9-11
Diego Acosta / Neide Ferreira