Cuánto nos cuesta a la mayoría de nosotros…pedir!
Cuánto!
A veces por no pedir me veo cometiendo errores imperdonables, que podría haber evitado con el simple gesto de haber pedido…una opinión, por ejemplo.
Que nos impide pedir?
En mi caso, el orgullo, la vanidad, la prepotencia.
Pidiendo algo, estoy demostrando que no soy capaz, que no puedo hacerlo solo, que no tengo capacidad, que mi ignorancia es mayor que la que pensaba.
Por eso me cuesta pedir, sobre todo cuando se trata de mostrar que no soy el hombre sabio que me creo, sino el hombre perfectible que soy.
Pedir, supone poner en marcha esa forma de humildad, que no me está sobrando, sino que me está faltando.
Del mismo modo que pido, con todo lo que me cuesta, cuando doy hago lo mismo. No soy humilde, tengo la prepotencia del que sabe y el aire de superioridad del que se cree mejor.
Creo que el Señor me hace pedir cosas, por simples y sencillas que sean, para demostrarme lo que verdaderamente soy y para dejarme en evidencia, con relación a lo que me creo.
Romanos 7:25
ES – Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro.
Así que, yo mismo con la mente sirvo a la ley de Dios,
mas con la carne a la ley del pecado.
PT – Dou graças a Deus por Jesus Cristo, nosso Senhor.
Assim que eu mesmo, com o entendimento, sirvo à lei de Deus,
mas, com a carne, à lei do pecado.
Diego Acosta / Neide Ferreira