Todos sabemos el papel del romano en el juicio a Jesús. Sabiendo que era el justo o el más justo, se lavó las manos en el momento de tomar una decisión.
Cuántas veces nos hemos referido a Pilato con un cierto desprecio por la forma en que obró con el Mesías, pensando en su actitud de que el agua quitara de sus manos todo lo sucio que podía haber en ellas.
Pero sería muy importante pensar en cuantas veces nosotros mismos fuimos Pilato, cuantas veces interpretamos ese papel que despreciamos del representante del imperio.
Y cuando fuimos Pilato? Lamentablemente creemos que muchas veces, todas aquellas en las que pudimos haber hecho algo por una persona y no lo hicimos.
Cuando sabiendo cómo eran las circunstancias dejamos que una persona fuera sancionada, perjudicada, humillada, sin que hiciéramos nada por ella, sin intervenir.
Y por qué obramos como Pilato? Porque siempre anteponemos nuestro propio interés al interés de la persona que podemos que defender, porque siempre elegimos nuestra seguridad y no velamos por los demás.
Cada vez que obramos así, obramos como Pilato que permitió que el hombre que sabía que era el único justo, fuera condenado y humillado hasta la muerte. Pidamos perdón por haber sido Pilato y pidamos osadía para no serlo nunca más.
Mateo 27:24
Diego Acosta García