Blog del TIEMPO!
Hay pocas acciones más denigrantes que el plagio.
Quién es capaz de caer en esta falta, es capaz de robar algo tan intangible como es la obra de otra persona, sabiendo que es difícilmente demostrable.
Tiene el agravante de apropiarse de la creación del talento de otro ser, ignorando que es Dios quién concede las capacidades y por tanto en el fondo todo lo que robamos en ese sentido, resulta como si le robáramos al propio Creador.
Ofende quién practica el plagio, a quienes se han preocupado en mejorar sus propias capacidades, se han esforzado en mejorarlas y en dotarlas de un nivel superior.
Por qué robamos, entonces?
Por el triste afán de la vana-gloria, por la pequeñez de nuestra propia mente, por la mezquindad de atribuirnos méritos que no nos pertenecen y que finalmente nos dejarán en evidencia.
El plagio es una de las miserables bajezas humanas, disfrazadas de intentos de mejorar una determinada creación personal, que no es otra cosa que el robo condenado por el Eterno.
Oremos para no caer en el plagio!
Diego Acosta