En este día a distintas horas según donde vivamos, conmemoraremos el más grande acontecimiento de la Historia de la humanidad: El nacimiento del Hijo de Dios hecho Hombre.
En este día no nos abandonemos al paganismo del mundo celebrando por celebrar, sino que nos recojamos en la intimidad de nuestro hogar y oremos.
Oremos por las viudas, por los huérfanos, por los extranjeros, por los que no tienen nada que celebrar o por los que no tienen con qué celebrar. Oremos por los que se empeñan en no creer.
Oremos por nuestros hermanos y por nuestros enemigos, por nuestros amados cercanos y lejanos, por los países y por los gobernantes, oremos pidiendo para todos nosotros que se renueve más que nunca la Misericordia del Señor.
Oremos recordando la sencillez y grandeza de la profecía de Isaías:
Porque un niño nos es nacido,
Hijo nos es dado,
y el principado sobre su hombro;
y se llamará su nombre Admirable,
Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno,
Príncipe de Paz.
Isaías 9:6
Diego Acosta García