Los hombres tenemos la capacidad de transformar lo virtuoso en algo completamente diferente, obrando con la deliberada intención de acomodarnos a las situaciones que debemos afrontar.
Una de esas actitudes virtuosas es la de la PRUDENCIA, que siempre será una buena consejera contra los arrebatos o los impulsos de los que en la mayoría de los casos, llegamos a arrepentirnos amargamente.
Los beneficios de la actitud prudente son muy evidentes, pero más de una vez nos escondimos de la prudencia, para evitar comprometernos con opiniones que no admiten posturas tibias.
Ese ocultarse revela uno de los aspectos más oscuros de nuestra condición humana, porque nos deja en evidencia por ser cobardes disfrazados de sabios.
Más de una vez confieso que he obrado con esta deliberada forma de proceder, de la que me avergüenzo de solo recordarlo.
Es esta nuestra forma de mostrar que somos hijos de Dios?
Quién puede acreditar en el Ser Supremo, si nosotros lo negamos con nuestros hechos?
Cada vez que la tibieza comience a ablandar nuestra mente y nuestras palabras pensemos como obraría el Señor en una circunstancia parecida.
Deberíamos tener en un lugar bien visible de nuestra memoria aquello que Jesús anunció a los miembros de la iglesia de Laodicea a causa de su tibieza.
No utilicemos la prudencia como la herramienta con la que disimular nuestra indignidad. No es así como nos debemos presentar ante el Trono de la Gloria.
Proverbios 13:16
Diego Acosta / Neide Ferreira