Una persona afirmaba que si a los hombres se les quitaba el afán de competir con los demás y los deseos de grandeza, se les generaría un vacío tan grande, que sería imposible de llenar.
Proponía, que en base a esa afirmación deberíamos aprender a ser cada día más competitivos, para poder ser más grandes e importantes que los demás.
En otras palabras: Una brutal exaltación del hombre, por el hombre mismo!
Es lo que llamamos humanismo!
Esta clase de mensajes son tan atractivos, que despiertan la curiosidad y luego la duda, con relación a si no es verdad lo que nos están afirmando.
Con nuestra natural tendencia a simplificarlo todo, un día nos sorprenderemos porque estaremos haciendo ejercicios mentales para ser más competitivos y para sentirnos más poderosos.
La cuestión de desear determinadas cosas, tiene su origen en una absoluta falta de confianza en el Señor y en sus Designios.
Si buscamos ser de una determinada manera, lo que estamos haciendo no es otra cosa que tratar de modificar lo que Dios ha dispuesto para nuestra vida.
Si deseamos ser exitosos y para eso necesitamos competir, violentamos la raíz de la condición de ser llamados hijos de Dios.
Competir no es lo que se nos manda, todo lo contrario!
Competir es lo opuesto a la humildad que practicó Jesús, siendo Dios en la Tierra. Entonces como nos atrevemos a pretender no solo ser exitosos sino también poderosos?
Debemos quitar de nuestro corazón esta engañosa forma de vivir, porque nos podremos convertir en un ser exitoso, pero sin Dios!
Mateo 20:16
Así, los primeros serán postreros, y los postreros, primeros; porque muchos son llamados, mas pocos escogidos.
Diego Acosta / Neide Ferreira