Cuando decidimos plantar un árbol nos imaginamos muchas cosas, pero lo más concreto que hacemos es plantearnos qué tipo de planta deseamos.
Nos ocupamos de las semillas, del lugar donde lo plantaremos e incluso nos alegramos pensando en cómo será cuando crezca.
Estas ideas son básicamente muy buenas, pero nos olvidamos de lo más importante: En qué tierra plantaremos nuestro árbol.
Por muy buenas que sean las semillas que utilicemos o por excelentes que sean las plantitas que nos propongamos desarrollar, todo dependerá de cómo sea de bueno el suelo donde las plantemos.
Jesús en su ministerio terrenal nos enseñó sobre esta cuestión. Todo lo que puede ocurrir con las semillas, que solo crecerán bien cuando encuentren una tierra apropiada.
Pensando en eso podemos hacernos la idea de lo necesario que es plantar árboles, casi tan importante como plantar semillas del Evangelio.
Donde plantaríamos las semillas del Evangelio?
Seguramente nos preocuparíamos tanto como por plantar las semillas o los pequeños retoños. Pero todo dependerá de cómo sea el corazón de quienes reciben el Mensaje.
El corazón del hombre es la buena tierra!
Y por empezar por la base, es también nuestro corazón, el que debe ser la buena tierra. Solamente si sembramos con amor habrá frutos.
No solo depende de lo que hagamos sino también que según el corazón con el que lo hagamos, el Espíritu se moverá con mayor fuerza.
Seamos buenos sembradores!
No pensemos tanto en ver los frutos sino en sembrar con la alegría de hacer la obra encomendada por el Señor.
La buena tierra donde caigan las semillas es su decisión!
Lucas 8:15
Diego Acosta
Música: Neide Ferreira