Una persona afirmaba que le costaba imaginarse como rebuznaba un burro porque nunca lo había oído. Por curioso que resulte hubo otras personas que concordaron en lo mismo, que nunca lo habían escuchado.
Es más, incluso hubo quienes comentaron que nunca habían visto a este animal que siempre vinculamos con el esfuerzo y también con la terquedad. Se aludía así a su capacidad de trabajo y también a ese rasgo de su carácter tan distintivo.
Pensando que todo el tema había comenzado por mencionar el rebuzno, quienes sí lo habíamos escuchado, nos quedamos admirados como los temas pueden derivar de una cuestión as otra con tanta rapidez y sin ninguna profundidad.
Esto resultó así porque alguien dijo que aunque nunca hubiéramos visto un burro, sí acreditábamos de su existencia y también de que rebuznaba. Solamente por haber oído hablar de él o por ver alguna fotografía más o menos antigua.
Entonces nos preguntamos: Como somos capaces de hablar de un rebuzno y no estamos dispuestos a hablar de las cosas de Dios? Es evidente que no son equiparables en ningún aspecto, pero si deberíamos acreditar que uno fue creado por el otro.
Pero a veces ni eso. Resulta triste advertir como es nuestra vida, que puede sumergirse en temas intrascendentes y en cambio no dedicarle la más mínima atención a lo que verdaderamente resulta valioso.
Hablar de un rebuzno, nos debería recordar que todo forma parte de la Creación y por tanto todo tiene un mismo origen. Sin embargo nos centramos en lo irrelevante e ignoramos lo fundamental.
Que notable resulta que Dios nos llame la atención a través del sonido de un rebuzno!
Romanos 8.19
Diego Acosta
Música: Neide Ferreira