Con la actitud propia de quienes nos creemos eternos, despreciamos todo lo que tenga que ver con el futuro, todo lo que tenga que ver con qué un día nuestra historia personal se terminará.
Entonces rechazamos todo lo que se relaciona con normas y en la mayoría de los casos, rechazamos todo lo que tenga que ver con Dios.
Confundimos la religión con Dios, confundimos la religión con Jesús!
De esa confusión tan elemental como caprichosa nos valemos para vivir de acuerdo a nuestras propias normas, que son flexibles y en general óptimas para nosotros mismos.
Por estas razones los profetas del pasado, se quejaban amargamente de que nadie los escuchaba. Y también sabemos que Juan el Bautista predicaba en soledad.
Pero si todas estas certezas son tan rotundas como ciertas, podemos agregar una más para completar el sentido que tiene el rechazo a las normas.
Jesús en su tiempo tampoco fue escuchado por quienes tenían la responsabilidad de hacerlo. Simplemente se limitaron a rechazarlo y a tramar su muerte.
Pero el Hijo del Hombre advirtió: No juzgará Él al mundo porque vino a salvarlo, pero sus palabras sí que juzgarán a los hombres que se permitían y se permiten rechazarlo.
No es por negar a Cristo que las cosas no ocurrirán!
Creer en ÉL nos acerca a la claridad, porque ÉL es la LUZ del mundo. No vivamos en las tinieblas de la razón y los pensamientos!
No vivamos despreocupadamente pensando que nuestro final está lejano. Vivamos pensando que el final puede ser hoy mismo!
Juan 12:47-48
Diego Acosta / Neide Ferreira