En una ocasión una persona comentó que era tan orgullosa como un mendigo de su país, que se ofenden cuando los ayudan, con lo que estaba denotando el grado de su vanidad y también de su dificultad para recibir.
Porque si nos negamos a recibir ayuda, como es posible que podamos vivir en un mundo donde cada día más pareciera que no hay lugar ni para la bondad ni tampoco para la flaqueza?.
Se precisa en algunas ocasiones mucha valentía para admitir que estamos precisando que alguien se ocupe de nosotros, que alguien piense en estar a nuestro lado.
Esta incapacidad para recibir va tornando nuestro carácter primero y nuestro corazón después, en una sólida masa de resentimiento y amargura, porque no recibimos lo que precisamos y porque no sabemos a quién culpar por ello.
Cuando Jesús habló de ayudar al pobre, al necesitado, estaba dejando un mensaje de una profundidad impresionante, porque nos estaba ayudando a pensar en nuestras propias limitaciones.
Si no somos capaces de admitir que estamos necesitados de cualquier tipo de ayuda, como la vamos a recibir? Solamente con humildad en el corazón, podremos aceptar que alguien nos regale, aunque sea una sonrisa. Ni el perdón imprescindible para cambiar de vida.
Salmos 94:17
Diego Acosta García