En el primer Libro de Reyes se nos revela como el hijo de David construyó el Templo y como luego lo amobló según como le había sido ordenado.
Podemos asegurar que a ninguno de nosotros se nos mandará a levantar un Templo, pero de la lectura del Texto surgen asuntos para reflexionar.
Necesariamente el primero de todos sea el de la obediencia de Salomón, para cumplir fielmente con todo lo que le fue indicado.
Cuidando hasta el más mínimo detalle para que todo fuera según lo establecido y que él como Rey había aceptado cumplir.
Nos podemos imaginar en la situación de Salomón?
Seríamos tan fieles para no alterar nada de lo que le fue encomendado?
Sin duda el hijo de David no cayó en la vanidosa presunción de querer mejorar lo que se le había mandado y cumplió con dedicación y esfuerzo todo lo que se le requirió.
También podríamos destacar de la construcción el máximo cuidado que tuvo el rey, de elegir los materiales tanto para el Templo como para su mobiliario.
Si solamente nos detuviéramos en estas dos cuestiones, tendríamos un grandioso ejemplo para nuestra vida, con relación a lo que se manda a hacer.
Ser fieles en la ejecución de lo mandado es una manera superior de honrar al Todopoderoso!
Podríamos caer en la trampa de pensar que estamos sirviendo a hombres, pero lo que debemos recordar es qué a través de ellos servimos al Eterno.
Cada uno en su trabajo debe ser fiel y honrar la confianza que se nos dispensa. Haciéndolo así, estaremos dando un acabado ejemplo de obediencia que glorifica al Creador.
1 Reyes 6:11-13
Diego Acosta / Neide Ferreira