El año pasado fueron ejecutadas en todo el mundo 682 personas, dos más que en 2011. Según Amnistía Internacional a esta cantidad habría que agregar las miles de ejecuciones que se realizaron en secreto en China.
También el año pasado fueron dictadas 1.722 penas de muerte en 58 países, lo que representa una disminución con relación a 2011, cuando fueron decretadas 1923 sentencias en 63 países.
Las ejecuciones despiertan una gran preocupación pues se originan en cuestiones políticas y lo que es más grave aún, como instrumentos de represión.
China por ejemplo, sigue manteniendo como secreto el número de ejecuciones realizadas a lo largo de los años. Los métodos empleados son la horca, fusilamientos, decapitación y las inyecciones letales.
En Arabia Saudí las penas fueron aplicadas por los delitos relacionados con drogas, apostasía y blasfemia con relación al Islam y el adulterio, delitos que ni siquiera deberían ser considerados como tales.
El informe revela datos desalentadores: En Japón se reanudaron las ejecuciones luego de 20 meses y en la India después de las últimas que se realizaron en 2004.
El 99 por ciento de las ejecuciones realizadas en Oriente Medio y el Norte de África fueron realizadas en Arabia Saudí, Irán, Irak y Yemen. En siria el conflicto armado ha impedido confirmar ejecuciones.
Irán ocupó el segundo lugar en número de personas muertas, luego de China, en tanto que en Irak aumentaron de 69 en el 2011 a 129 el año pasado.
En Estados Unidos se registraron 43 ejecuciones las mismas que en 2011 y se aplicaron en 9 de los 13 estados que en el año anterior. En California la abolición de la pena de muerte fue impedida por un estrecho margen de votantes.
El informe destaca que el efecto disuasorio de la pena de muerte no está demostrado en modo alguno, por lo que su aplicación pierde un argumento de gran importancia.
El uso de la pena de muerte sigue siendo motivo de controversia, que se resuelve aplicando el principio de que es el Creador quién concede la vida y quién la quita.
Diego Acosta García