El brutal enfrentamiento en Siria está dejando miles y miles de muertos, es una escalada que pareciera no tener fin, en medio de las conversaciones de las potencias mundiales.
Es otro episodio más de la larga historia de violencia de la especie humana. Pero en Siria están ocurriendo otras cosas, que ponen de manifiesto la gravedad del sectarismo.
Un comandante de una brigada insurgente, mutiló el cadáver de un soldado del régimen de Asad y delante de las cámaras de televisión extrajo el corazón del muerto y lo mordió.
No es nuestra intención caer en ninguna clase ni forma de morbosidad, pero la mención del hecho viene a cuento porque el autor del episodio hizo una declaración tremenda.
Dijo: “Juro a Dios que nos comeremos los corazones y los hígados de los soldados de Bashar, el perro”. Este juramento cargado de odio y fanatismo resume lo que está ocurriendo en Siria.
Esta brutal afirmación fue respondida por los camaradas de armas del comandante insurgente con gritos de: “Dios es grande”. El episodio ha sido condenado por las autoridades del régimen sirio y sus oponentes.
Debemos reflexionar acerca del uso que se da al Santo Nombre y en las circunstancias que se lo utiliza. La indiferencia ante estos episodios nos convierte en cómplices por omisión.
Diego Acosta García