El brutal episodio ocurrido en las últimas horas con un saldo tremendo de vidas, plantea tantas cuestiones que resulta difícil encontrar el punto de equilibrio necesario e imprescindible.
Podríamos decir que se trata de una sociedad con una actitud distinta a la de la mayoría de los países del mundo, con relación a la violencia y más específicamente con relación a la posesión de armas.
Si no valoramos que la sociedad americana parece haber sido construida sobre bases de violencia a lo largo de sus pocos más de 200 años de existencia, seguramente nos resultará muy difícil comprender lo sucedido.
Sobre este concepto surge otra evidencia: En qué grado de soledad mayúsculo viven muchas personas, para que finalmente encuentren en sus padres la razón para responsabilizarlos por ese estado?.
Siempre decimos que la sociedad es cada día más individualista, más profundamente hedonista, humanista y el egocentrismo domina todo el gran escenario de la vida.
Por qué entonces nos puede causar tanto asombro lo ocurrido? Si en el resto del mundo tuviéramos posesión de armas, no podrían suceder episodios parecidos?
La solución parece obvia: Quitemos las armas y se solucionaría el problema. Pero de tan sencilla es casi absurda. Las armas no se disparan solas, hay personas que aprietan el gatillo que las accionan.
Entonces qué? Rompamos el círculo y comencemos a obrar desde este momento con el Amor y la Misericordia que estableció Jesús como nuevo mandamiento para los hombres.
Solamente así podremos hacer algo por la soledad, por la injusticia, por la arbitrariedad, por los débiles, por los perdedores, por los suicidas, por los que no saben vivir en esta sociedad.
Y queda una última pregunta: Donde estaba Dios? Dios no es responsable de los hechos de los hombres. Él nos ha dado una forma de vida que voluntariamente desconocemos pecando y blasfemando. Por qué entonces lo involucramos en hechos como este?
Diego Acosta García