SEPTIMO MILENIO: NEGAR LA EXISTENCIA DE DIOS

Resulta evidente que quienes niegan haber sido creados se resisten por todos los medios imaginables, a reconocer como resulta lógico, la propia existencia de Dios.

Si no fueron creados la razón indica que Dios no existe. Con este argumento se congregaron este fin de semana en Washington alrededor de 20 mil personas.
Lo hicieron utilizando el lema: Encuentro de la Razón y estuvo organizado por la Asociación de Ateos Americanos, en un lugar muy singular: a pocos metros de la pirámide o aguja que recuerda a la masonería en el gigantesco parque Mall.

En una de las esquinas del parque se levantó un stand con el propósito de ofrecer ayuda a quienes deseaban de dejar de creer en Dios, con el slogan «Recuperarse de la Religión».
Llama poderosamente la atención el cuidado que los ateos que se reunieron en Washington pusieron en remarcar la cuestión de “recuperarse de la religión”, es decir de restaurar los daños que les pudo haber causado la religión.
Cabe preguntarse: A que religión se refieren? Podrá ser de la católica con sus gravísimos escándalos de violaciones de niños? Podrá ser la misma iglesia que durante años ocultó las perversiones de sus sacerdotes?
E incluso podríamos preguntarnos si ese “recuperarse” pudiera estar relacionado con las teologías o doctrinas que se enseñan en algunas Iglesias evangélicas, como la de la prosperidad, por ejemplo.

Luego de varios discursos los asistentes se reunieron en una fiesta, donde procedieron al “desbautismo” de los vivos y de los muertos, en una referencia a los mormones que bautizan a los fallecidos, aún sin el consentimiento de sus deudos.
Nuevamente la referencia al “desbautismo” nos plantea el interrogante de lo que verdaderamente desean afirmar con relación a ese acto de fe, que evidentemente en ningún caso se podrá en nombre de una persona muerta.

Resulta importante que meditemos en estos planteamientos de los ateos, pues muchos de ellos pueden estar fundados en experiencias personales que los apartaron de Dios.
También resultará importante analizar si quienes nos llamamos hijos de Dios estamos viviendo y actuando con el amor y la misericordia que se nos reclama. Y si nuestras Iglesias brindan ese amor y esa misericordia a sus congregaciones. Pueden ser estas señales de los tiempos del fin, de los que habló Jesús a sus discípulos.
Diego Acosta García

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