Un estudio especializado indica la necesidad de trasvasar agua del Mar Rojo al bíblico Mar muerto, como única solución para evitar su progresiva desaparición.
En cincuenta años la superficie se ha reducido de 950 kilómetros cuadrados a 637 en el último año. El aporte de agua del Río Jordán descendió de 1.250 millones de metros cúbicos en 1950 a solo 260 también en el último año.
Esta dramática situación se origina en el empleo de agua del Jordán tanto por la industria y la agricultura de Israel como la de Jordania y las previsiones indican que el ingreso de agua seguirá en declinación.
El Mar Muerto se encontraba en el año 1960 a 394 metros bajo el nivel de la superficie terrestre. En tanto que ahora se ha profundizado y llega hasta los 423.
El informe destaca la necesidad que el Mar suba cien metros sobre su nivel actual, para poder seguir manteniendo la atracción turística que significa para toda la región, una gran fuente de recursos.
La solución de este grave problema sería la construcción de un canal desde el Mar Rojo y que atravesaría Israel, Jordania y la Cisjordania, con una extensión de 180 kilómetros.
El Costo de la obra oscilaría en los 10.000 millones de dólares y el desnivel que tendría desde el Mar Rojo, que se estima en unos 400 metros permitiría la instalación de turbinas para producir energía eléctrica.
En defensa del medio ambiente, se argumenta que la obra generará un gran impacto en una zona desértica que se vería afectada por una explosión de algas rojas.
Además se produciría la aparición de yeso blanco que podría con el proceso de filtración del agua trasladada por el canal, contaminar las napas freáticas de una amplia región.
Las críticas al canal indican que los grandes beneficiarios de esta obra serán los constructores israelíes de la mayor desanilizadora del mundo, que produciría agua a un precio inasumible por los pobladores de esta zona.
La cuestión del salvataje del Mar Muerto sigue provocando una gran controversia, que tuvo su pausa durante el período electoral de este mes de enero.
Fuentes: Le Monde – Francia
Press SM – Diego Acosta García