En Estados Unidos se han originado múltiples comentarios relacionados con una foto que refleja los segundos previos al momento en que un tren del subterráneo de Nueva York arrollara a una persona.
Un hombre con el que había discutido lo empujó hacia las vías, pero fue sorprendido por el convoy en el intento de salir de ellas, produciéndose una espantosa escena.
La polémica se origina en el hecho de que el fotógrafo en el lugar de hacer su trabajo, debió intentar auxiliar a la persona que estaba en grave peligro y tratar de evitar el trágico final.
El fotógrafo argumentó en su defensa que hizo 49 disparos de flash para advertir al conductor, pero este, confirmando la versión dijo que advirtió los fogonazos pero nada pudo hacer para evitar a la persona que estaba en el borde del andén.
Las críticas también se extienden al diario The New York Post, que publicó las imágenes en primera página con este título: Este hombre está a punto de morir en los rieles del metro.
Esta es la síntesis concreta de los hechos, que conmovieron a la opinión pública americana por lo impactante y por lo oportuna que resultó la presencia del fotógrafo y por la oportunista portada del periódico.
Sin embargo, todos estos hechos no logran hacer olvidar otras circunstancias. Hubo personas que huyeron del andén cuando advirtieron que el hombre era arrojado a las vías.
Pero también hubo otras que tampoco le prestaron ayuda y se dedicaron a hacer fotos con sus móviles. Por eso decimos que la sociedad ha quedado retratada.
Ante la tragedia, la comodidad de la huída o la crueldad de fotografiar un momento tremendo, pero seguramente irrepetible para cada uno de los que fueron protagonistas.
El resto de los detalles son irrelevantes, pero lo que queda como salvo, además de la brutal agresión, es que hubo hombres y mujeres que no se preocuparon por la víctima. Es ésta nuestra orgullosa sociedad?
Fuentes: New York Post – Estados Unidos
Press SM – Diego Acosta García