Una de las formas de poder influir al mundo es tratar de que verdaderamente pueda apreciarse que somos hombres y mujeres distintos a los demás.
Pero en qué consiste esa diferencia? Podría pensarse que debemos tener actitudes extravagantes para llamar la atención o para provocar reacciones en quienes nos rodean.
En realidad nada hay más alejado de la realidad que la extravagancia para quienes nos llamamos hijos de Dios. Nada más alejado de lo que deben ser nuestros comportamientos.
Por el contrario nuestras actitudes si se oponen a la extravagancia o a la búsqueda de llamar la atención por cualquier método, tendrán que estar guiadas por la humildad y la mansedumbre.
Podemos tener la total certeza que en los tiempos que corren quién sea humilde y sea manso, atraerá sobre sí la atención de todas las personas, porque son virtudes casi imperceptibles.
Podríamos decir que no se practican, no solo por desinterés sino porque se las considera fuera de lugar en una sociedad donde la soberbia y la prepotencia son más importantes.
Si debemos impactar al mundo lo impactemos con la humildad y la mansedumbre, porque entonces estaremos en el Camino que nos trazó Jesús con su ejemplo.
Salmos 25:9
Diego Acosta García