Hace muchos años un jefe militar pronunció un discurso sorprendente con relación a lo que significaba el mando, el mandar y que privilegios tenía quién ostentaba esa jerarquía.
Su conclusión fue que el único privilegio que tenía quién mandaba era el de servir a sus subordinados. De qué manera? Haciéndolo con honradez, respeto y responsabilidad sobre cada uno de ellos.
Con el tiempo y una vez convertidos, nos llamó la atención aquel discurso de un hombre que había sido formado en un ambiente rígido como el militar y que sin embargo había asumido los principios de Jesús.
Cada vez que hemos asumido responsabilidades tratamos de recordar el discurso de aquel hombre, que no sabemos si creía en Dios o no creía, pero que tenía un concepto rotundo de la autoridad.
Por esa razón podemos decir que quienes son mandados están bajo la responsabilidad de quién tiene la jerarquía y por tanto tiene una profunda significación la actitud que se asuma con relación a esto.
En estos tiempos no resulta frecuente que quién tenga jerarquía sirva y no busque ser servido, que quién detente la autoridad no quiera usufructuar de alguna manera con su rango.
De allí que es tan importante que a medida que vayamos creciendo en nuestra condición de creyentes, tengamos siempre presentes las enseñanzas de Jesús. Él vino a servir y no a ser servido.
Mateo 20:28
Diego Acosta García