Me comentaron acerca de la impresión que provocaba la maldad de Esaú y su continuo obrar demostrando lo que tenía en su corazón.
En el acto vino a mi mente una pregunta: Y mi maldad? O solamente la maldad de Esaú, es para tener en cuenta?
Es un ejercicio amargo pensar en la propia maldad!
Pero, es un ejercicio saludable para la vida espiritual porque solo reconociendo mi falta, podré ser perdonado.
En esto pensaba cuando recordé que por definición la maldad es la condición de ser injusto, de no cumplir con las normas morales y más concretamente con las normas establecidas por el Supremo.
En estas pocas referencias advertí cuántos de mis actos son productos de la maldad, que pareciera que tiene su lugar en el corazón de los miembros de la especie.
Y lo planteo de este modo, porque muy a menudo he escuchado que se dice que el hombre es el ser más malo y peligroso de la Creación.
Por estas razones es bueno leer sobre la vida de Esaú, que muchas veces puede dar la impresión de ser un pobre hombre, que fue capaz de vender el alto significado de su primogenitura por un plato de comida.
Y hasta este hecho tan singular que se nos revela en la Biblia, tiene su ejemplo para la maldad.
La primogenitura era una gran responsabilidad, que no le importó al hijo de Rebeca, desconocer y rebajar por el hambre que tenía.
Pensemos en nuestra maldad. En la personal primero que todo, porque es necesario tener guardado el corazón de esta grave acechanza.
Génesis 25:33-34
Diego Acosta / Neide Ferreira