En el país donde vivo es habitual que a las personas mayores se les ofrezca la posibilidad de sentarse, en el transporte público.
Algo, que por razones obvias, me ocurre muy frecuentemente y que acepto o rechazo, según cada ocasión.
La semana anterior acepté la oferta que me hizo un señor con bastante más edad que la mía. Por qué lo hizo? Porque fue el primero que me vio al subir a un vehículo con una carga un tanto pesada.
Por supuesto que acepté dando las gracias. Pero se las di por dos razones. Una por facilitarme la posibilidad de viajar más cómodo y la otra, por la sonrisa con la que me fue ofrecido el asiento.
Puede que se trate de un episodio más o menos normal y que no tenga más trascendencia que la tuvo. Pero algo en mí no se dio por satisfecho con esta explicación.
Cuando el Espíritu nos inquieta, tratemos de buscar las razones!
Seguí pensando en el tema del asiento y la sonrisa y más o menos rápidamente descarté tanto una cosa como la otra, como motivo de la inquietud.
Lo que verdaderamente era motivo de reflexión era la actitud del señor mayor, que cedió a otro señor mayor la oportunidad de utilizar la comodidad de la que estaba disfrutando.
El gesto sonriente fue advertido por otras personas y entonces pensé y ahora pienso, en que hermoso y simple gesto pudimos apreciar varios testigos.
Creo que esta es la manera de obrar de quienes nos llamamos hijos de Dios. Sin grandilocuencias ni exageraciones. Pero mostrando en los hechos el corazón de Jesús!
Lucas 9:47-48
Diego Acosta
Música: Neide Ferreira