Hay personas que viven en el límite entre lo que es la realidad y la otra realidad imaginaria y que pasa a formar parte de su día a día con completa normalidad.
En nuestra imaginación, creemos que aquellas cosas del mundo que son tremendamente atractivas pueden estar a nuestro alcance, ignorando los altos tributos que se deben pagar en el altar de la notoriedad o del éxito.
La historia de los egos y de las vanidades de las personas en las que nos vemos reflejadas y a las que tomamos como referencias, nos parecen llenas de ese vigor que podría ser capaz de conquistar hasta lo imposible.
Lo que no sabemos es cuántas renuncias tuvieron que realizar a su dignidad, a los ideales que tal vez alguna vez fueron distintos hasta que cayeron presos de su propia vanidad.
Por eso decimos que hay una realidad y una realidad imaginaria. La verdadera es la que nos muestra a supuestas grandes personas con sus miserias, sus maldades e incluso con sus delitos.
Nunca olvidemos que el Único modelo que debemos de tener es el de Jesús, el Hijo de Dios hecho Hombre, para que no nos inventemos sueños que pueden destruir incluso, hasta nuestra propia vida.
Deuteronomio 13:1-3
Diego Acosta García