Los momentos difíciles son los más propicios para que caigamos en la tentación de evocar el pasado y los tiempos en los que teníamos circunstancias diferentes.
Hacemos una exaltación del pasado y comenzamos a hacer desfilar por nuestra memoria imágenes en las que pensamos que la vida nos sonreía y que todo iba bien.
Pero nos engañamos de la manera más infantil, porque esas imágenes del pasado eran muy selectivas y solamente evocábamos las mejores haciendo omisión de las que no nos gustaban.
Por eso hablamos de las tentaciones del pasado porque es una forma muy fácil y sencilla de engañarnos y de creer nosotros mismos que algún momento del pasado fue mucho mejor que el presente que nos agobia.
Nos olvidamos deliberadamente de las luchas, de los fracasos y también de la magnitud de problemas que enfrentamos y de los que finalmente salimos fortalecidos.
No recordamos los tiempos en los que imploramos angustiosamente la ayuda del Señor porque éramos incapaces de resolver por nosotros mismos la situación.
En ese olvido radica la tentación de recurrir al pasado para tratar de aliviar nuestro presente. Nos olvidamos que siempre que recurrimos al Señor recibimos su ayuda y su guía.
No busquemos en el pasado lo mejor de nuestra vida, porque nos estamos negando la certeza de que lo mejor está por venir!
Deuteronomio 4:31-33
Diego Acosta García