Muchos de nosotros somos muy propensos a aceptar y debatir todos los asuntos que se plantean en el mundo, por contrarios que resulten a nuestras creencias.
Es así como se difunden ideas que lejos de ser confrontadas con la Palabra de Dios, se las aceptan en debates que no deberían ser planteados, porque tienen fundamentos equivocados.
Esta actitud que cada vez está más generalizada nos lleva a pensar si no es que estamos frente a una nueva forma de rebeldía, disfrazada de modernidad o de ingenuidad lindando con el infantilismo.
Nuestro crecimiento espiritual nos debe llevar a pensar que aceptar debatir sobre cualquier teoría que se nos presente, nos puede perjudicar y lo que es peor, podemos perjudicar a otras personas.
Nos olvidamos fácilmente que siempre se trata de teorías… que según lo que indica la palabra, se trata de cuestiones que todavía deben ser demostradas.
Y si esto es así: como nos atrevemos a poner en duda la Palabra de Dios por el simple ejercicio de debatir una teoría? Por qué nos permitimos oponer teorías a la Palabra de Dios?
Debemos ser sabios con lo que hacemos, con lo que pensamos y con todo aquello que por ser novedoso o atractivo, puede conspirar seriamente contra nuestras creencias y los fundamentos de nuestra fe.
Salmos 107:43
Diego Acosta García