El tiempo es uno de los conceptos más difíciles de comprender para los seres humanos. Seguramente porque quién lo estableció como una Gracia, es Eterno.
Los hombres nos debatimos frente a este concepto y nos cuesta entender lo corta que es nuestra vida, ya sea que se alargue pocos o muchos años, la falta de referencias es constante.
Cuando leemos en la Palabra de Dios sobre la Eternidad podemos imaginar lo que representa, pero la idea de algo que ni comienza ni termina, que no tiene un momento de inicio ni uno de final, se torna incomprensible.
Lo Eterno es exactamente lo opuesto a nuestra naturaleza, pues cumplimos el ciclo de una manera inexorable, sabiendo cuando comienza, pero nunca sabemos el momento del final.
Y precisamente en esta circunstancia radica la Gracia del Señor con relación a nuestro tiempo. Sería inimaginable el efecto que nos causaría el saber qué día, a qué hora, sería el momento de nuestro final como humanos.
Este conocimiento desbordaría por completo nuestro raciocinio y viviríamos condicionados por una certeza demasiado grande para nuestra mente y para nuestra propia naturaleza.
Por esta razón la Biblia nos indica que vivamos cada día, que vivamos día por día, utilizando lo mejor posible cada minuto, porque no sabemos cuándo será el último. Seamos sabios con nuestro tiempo!
Eclesiastés 3:11
Diego Acosta García