TOBOGÁN

Cuando era niño el tobogán era uno de mis juegos favoritos, para subir y bajar una y otra vez.

En aquel tiempo era un simple juego de madera que se podía encontrar en cualquier plaza, por modesta que fuera en la ciudad donde vivía.

Recuerdo que me llamaba la atención, lo odioso que me resultaba a veces, que para bajar, había que subir escaleras que me parecían demasiado altas.

Subir significaba un esfuerzo mucho más grande, mientras que la caída era muy rápida y muchas veces terminaba en llantos por los golpes.

A pesar de todo, era divertido!

Ahora cuando veo un tobogán recuerdo a los de mi niñez y pienso en cómo se parecen a lo que ha sido mi vida, aún después de ser creyente.

Cuántos esfuerzos hago para subir como si estuviera en un tobogán, para llegar a esa breve meta que es la base desde donde comienza la caída.

Con un poco de imaginación este juego se parece mucho a un círculo, en el que una y otra vez pasamos de lo alto a lo más bajo, repitiendo la situación continuamente.

Muchas veces me he preguntado: Hasta cuando estaré en un tobogán?

Con todo lo difícil que es, la respuesta es muy sencilla: Hasta que mi fe sea superior a mis dudas!

Cada vez que creo que estoy llegando a lo alto, se produce la caída, porque mi fe no es tan grande como para enfrentar el tiempo malo.

Hasta cuándo? Hasta que consiga hacer que mi fe, no  decaiga ante los problemas, las dificultades, los errores.

Entonces podré subir hasta llegar a Jesús!

Hebreos 10:23

PT –  Retenhamos firmes a confissão da nossa esperança,

         porque fiel é o que prometeu.

ES –  Mantengamos firme, sin fluctuar, la profesión de nuestra esperanza,

         porque fiel es el que prometió.

Diego Acosta / Neide Ferreira

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